jueves, 20 de noviembre de 2008

ULTIMO PUENTE LEVADIZO - Poldy Bird.

Tengo tres millones de preguntas que quiero hacerte acerca de nuestra relación. ¿Por qué diablos jamás tenés necesidad de preguntarme si te extraño, si pienso en vos, si te necesito? ¿Por qué diablos nunca podés decirme que me querés sin que yo te lo pregunte?
Y si te pregunto, me hacés un balance del tiempo que me dedicás, de las horas que pasás conmigo, de lo que desatendes por mí, amén de otras yerbas. Me da la impresión de que llevás una especie de contabilidad.
Cuando un hombre está haciendo algo por una mujer, baja la banderita del taxímetro y va marcando, las fichas caen, todo queda absolutamente registrado para ser traído a colación en el momento oportuno.
Cuando la cosa no va más, cuando la relación esta literalmente fulminada, la que pone el punto final generalmente es la mujer. Si por los hombres fuera, seguirían adelante porque sí. No por amor o para salvar la pareja o... sino para no innovar.
¿Dónde está ese hombre que se queda despierto, con insomnio por un problema afectivo? No por el trabajo ni por los frenos del auto, sino por mí. ¿Podés entenderlo? POR MI. Por esa mujer tan parecida a todas pero que cobró coraje para decir lo que piensa. Por esa mujer enamorada que alza la voz para expresar lo que siente. Por esa enloquecida pretenciosa que se ha tomado la atribución de mandarse toda esta filosofía de ruleros que jamás te va a parecer algo más que intrascendente, caprichosa, tonta.
Yo me he jugado por amor, he sufrido por amor, he sido feliz por amor. Tonta, empecinada, loca, todo lo que quieras... pero nada me ha resbalado... nada me ha rozado superficialmente.
No hay manera de convencerlos de que cuando una mujer se encrespa y machaca sin parar, es porque cree que vale la pena.
Pero los hombres no entienden nada de nada.
Y aunque ella se haya enamorado de él pensando que que él no era “los hombres” sino “el hombre”, él solamente la considera una mujer, no “la mujer”...
Llegará el lunes, el primer silencio de la semana.
Pasarán varios días interminables.
La soledad irá solidificando su costra.
Y un día... un día de repente, ella dejará de pedir cuentas, de sufrir por lo que él hace o deja de hacer.
Y lo peor de todo será que a él, entonces, le parecerá que las cosas han mejorado, justamente cuando todos los hilos de unión estén cortados y ella haya levantado el último puente levadizo de su corazón y ya nada que provenga de él podrá rozarla.

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